Por: Semillero Reporteros Unisinú (*)
Una mañana de 1979 la comunidad de Begidó, perteneciente al resguardo Embera Katío, en el Alto Sinú, al sur del departamento de Córdoba, vio por primera vez una avioneta plateada que destellaba con el sol saliente sobre su territorio.
La avioneta revoloteó varias veces en círculos concéntricos en los que aparecía y desaparecía en la espesura de la selva del Nudo de Paramillo, mientras dejaba caer latas de sardinas, salchichas, galletas y comestibles enlatados.
Los indígenas que la vieron sobrevolar debían agacharse asustados por el estruendo y porque a ratos planeaba tan bajo que llegaron a pensar que el piloto tal vez no era de este mundo.
Cuando el cacique Manuel Domicó, se dio cuenta de lo que la avioneta dejaba caer, dio la orden de que nadie consumiera los alimento pues -según cuenta hoy su nieta Marta (en embera: Nubituma) – “podían estar envenenados”.
El pueblo embera vio cuando la avioneta aterrizó en un claro de la selva y de ella se bajó un hombre bañado en sudor por la temperatura ambiente, de aspecto extranjero, alto, pelo mono y ojos verdes. Era un exmisionero llamado Gordon Horton, al que desde entonces los indígenas, por la dificultad de la pronunciación, apodaron El Míster.
Uno de los hijos del cacique Manuel era Kimy Pernía Domicó, papá de Marta, heredera del legado de lucha de su padre, quien para entonces era un muchacho que se había ganado la confianza de su pueblo por su carisma que lo hacía ver como un joven hablador, enamoradizo, dicharachero y parrandero, como cualquier otro muchacho de su comunidad.
Marta evoca aquellos momentos a la par del recuerdo de cuando su papá Kimy fue secuestrado por paramilitares y luego asesinado por orden de Carlos Castaño el 2 de junio del 2001, y, finalmente, su cadáver exhumado y tirado al río Sinú, con la intensión de que nunca más se volviera a saber de él.
Marta hace una pausa. Retoma el relato, dice que, por aquella época, el Míster no hizo nada distinto que ganarse la confianza de su abuelo Manuel, de su papa Kimy y de aquel pueblo que para entonces era un remanso de paz y tranquilidad, enclavado en plena selva del Nudo de Paramillo, en donde el único contacto con la civilización era bajando embalsas por el río Sinú para llegar a Tierralta, Montería y hasta Lorica a vender madera, productos que cultivaban, otros que nacían silvestres y animales que cazaban.
“El Míster le decía a mi papá, que era el que más hablaba, y se reía de él, que le iba a enseñar matemáticas y a hablar bien el español. Y se lo trajo para Tierralta en donde vivía como a seis calles de aquí”.
Marta, señala, por la puerta abierta, hacia un punto del barrio La Esmeralda, donde ahora vive con su mamá, Cecilia Domicó Pernía, su hermano Gabriel Antonio Domicó, sus tres hijos y su nieta.
Tiempo después de aquel aterrizaje el Míster estableció una gran amistad con Kimy y su familia. Se lo trajo para Tierralta, le enseñó hablar más el español, a multiplicar, sumar, dividir; ciencias sociales; el arte de la carpintería, los llevó a conocer y pasear por Bogotá y otras ciudades, a conocer carros y aviones.
Urrá la hormiga que devora
En Tierralta el Míster le enseñó a Kimy ciencias sociales, geografía y le explicaba el sitio donde estaban los resguardos, la reserva. “Cuando le enseñó hablar bien el español un día le dijo: tú ahora si me entiendes, ¿verdad?, bueno ahora vamos a sentarnos a habar bien tú y yo solamente”, recuerda Marta.
Bueno Juan, le dijo, cuando mi papá aún no se había cambiado el nombre, colocándose primero el de su mamá: ¿“para qué crees que te estoy capacitando yo a ti? Y le explicó: “Porque aquí va a venir una empresa grande que van a traer de otros países, se llama una empresa Urrá S.A.”
- ¿Qué es eso? Le preguntó mi papá.
Kimy nunca había escuchado aquel nombre. ¿Urrá? Le pareció extraño.
Marta mira hacia donde está su mamá sentada, pensando, afirmando lo dicho por su hija. No se mueve casi, como los indígenas cuando escuchan.
“Mi papá quedó con la idea de que algo raro iba a suceder, de que Urrá no era una empresa buena, pero carecía de información precisa”.
Marta habla el español con rezagos de embera-katío, en ocasiones con tonos finos, en los que deja correr las S, con mucha originalidad en la coherencia y exposición de ideas.
- Entonces le pidió El Míster que lo capacitara sobre qué es Urrá. Y le capacitaron qué era Urra. El Míster le dijo que era una empresa, que en otros países se ven muy bonitas que traería prosperidad a nuestro pueblo, pero que debían taponar el río y desviarlo.
- ¡Mi papá reacciono! ¡Cómo así?!
El Míster le explicó.
- Es una empresa de río que van hacer un tapón grande, pero va a generar empleo, dinero, usted va a vivir bien, usted va a tener plata, tus hijos. Yo me quiero llevar a tus hijos a otros países.
Marta mira hacia la calle, donde unos perros juguetean con los niños.
- Mi papá y mi mamá dijeron que no que yo a mis hijos no los mando para allá, ni para nada.
Pero el Míster insistió: Le dijo a mi papá que: “ustedes son poquitos, son poquitos, nosotros les podemos dar mucho dinero a ustedes. Yo quiero llevarme a tus hijos para que se capaciten”. Mi papá le dijo que no, que sus hijos van a estar quietos con su mamá y su papá”.
- Mi papá ya estaba preparado y capacitado: ¡Ombe si yo me estoy tratando es con el enemigo! ¡Me vino a destruir, no a favorecerme! Así dijo él: ¡me vino fue a destruir! ¡No a favorecer!
Marta habla sin parar. “Mi papá se hizo muchas cosas con él, después se alejaron. Porque él lo enseñó, pero no era el beneficio para la comunidad, para su gente y para su pueblo”.
Desde entonces Urrá fue para nosotros una “Korombarí”, que es una hormiga devoradora, así le llamamos, hormiga que todo lo devora”.
Kimy el visionario
Martha retoma la narración y explica de cómo Kimy fue el primero que intuyó el diagnóstico exacto de lo que luego la historia se encargaría de demostrar, el impacto de la hidroeléctrica Urrá sobre todo el Sinú y su comunidad.
Ella parece tener escrito en sus propios recuerdos, el libro que quiere escribir sobre su papá. Por eso mi papá -dice reanudando el relato de El Míster y su avioneta- subió para allá arriba, para donde su papá, mi abuelo, y le ha dicho: papá, esta empresa Urrá que viene no es cosa buena, es para hacernos daño.
¿Y qué es Urrá? – le preguntó el abuelo– Papá yo le voy a explicar qué es Urrá, ya ese señor, El Míster, me lo explicó. Urrá es una empresa que va a inundar el río. Y nos van a sacar de aquí. No vamos a vivir en nuestro territorio. Culturalmente nos vamos a perder. El ambiente papá, el río se va a dañar, la pesca, ya no vamos a comer pescado aquí. En cuanto el daño territorial, esto se va a llenar de grupos armados, atrás hay una generación de plata, para esta empresa. Y van a venir la guerrilla y el ejército y otros grupos que nos van hacer mucho daño. Entonces, papá, pongámonos las pilas vamos a organizarnos. Porque yo vine fue a eso a organizarnos.
- Y mi abuelo cacique empezó hacer reuniones con mi papá y mi papá ya se estaba formando, se creció en formación, entonces empezó a recorrer con las comunidades y hablar con las mujeres. Con todas las organizaciones.
- Y añade lo que su papá dijo: “yo necesito irme a otras partes y hablar con otros líderes y otras personas que estén capacitadas mejor que yo, vamos a buscar a esas personas para ver si nos ayudan acá, porque nos van a fregar, así lo dijo: ¡nos van a fregar!
Desde entonces las autoridades creyeron que Kimy estaba incitando a los indígenas. Y la situación estalló tiempo después cuando se confirmó lo que Kimy había intuido y Urrá empezó hacer presencia en la zona de influencia del territorio embera.
PRÓXIMA ENTREGA (II Parte): La lucha por la defensa del territorio embera-Katío
(*) Semillero Reporteros Unisinú: Ramiro Guzmán Arteaga (director). Estudiantes: Eleazar Aguirre De Luque, Mariana Bechara Rodríguez, María Coronado Majul, Dana Martínez Moreno, Stefany Páez Delgado, María Romero Galván, Junior Solano Ortiz.