El maíz criollo, base de la identidad sinuana, enfrenta una amenaza silenciosa: la expansión de semillas híbridas promovidas por multinacionales que reducen la diversidad agrícola y ponen en riesgo la memoria gastronómica y cultural del Sinú. Esta crónica denuncia cómo, detrás del discurso del progreso, se esconde la extinción de un patrimonio alimentario que ha nutrido generaciones enteras.
Por Ramiro Guzmán Arteaga (*)
Una de las leyendas más antiguas sobre el origen del hombre americano cuenta que fue amasado y creado con maíz y no con barro. El Popol Vuh, libro sagrado de los pueblos quiché, recuerda que la carne, los brazos y las piernas del hombre nacieron de granos blancos y amarillos. Desde hace más de siete mil años, este cereal ha sido semilla de vida, alimento de pueblos y símbolo de identidad cultural para América.
Hoy, sin embargo, ese grano ancestral se enfrenta a un destino incierto: las semillas criollas ceden terreno frente a híbridos y transgénicos que imponen las multinacionales. En países como Colombia, Brasil, Argentina y Uruguay, los campos se llenan de maíz genéticamente modificado, controlado por corporaciones como Monsanto, DuPont y Syngenta, que dominan más del 60 % del mercado mundial (FAO, 2022; GRAIN, 2021). De modo que lo que alguna vez fue sustento y herencia cultural, ahora resiste a la uniformidad del mercado global.
Voces del territorio
El profesor Alex Medellín Mendoza recuerda con nostalgia a su vecina de Martínez (Cereté), María Irene Naranjo, una bollera hoy retirada que durante décadas representó la tradición viva del maíz nativo y del bollo dulce criollo. Su nombre quedó ligado a la memoria colectiva gracias al porro Bolleras de mi pueblo, en categoría de cantao-tapao, compuesto en honor a esas mujeres que con sus manos sostuvieron la identidad culinaria sinuana.
“Por la mañana temprano, después del primer café,
cuando el sol se va asomando por el cielo en Cereté.
En mi pueblo las bolleras entusiasmadas se ven,
buscando maíz de primera para el bollo dulce hacer.
No reniega de su labor, su forma de ganar el pan;
a pulso, constancia y sabor, a sus hijos saben educar”.

Pero esa herencia enfrenta tensiones. En Córdoba, la semilla transgénica entró en 2007 y desde entonces alteró la economía campesina. Atrás quedaron los días en que los granos criollos se guardaban en pañoles familiares y de los abuelos para asegurar la próxima cosecha. Hoy, como lo resume la propia María Irene Naranjo, “el maíz criollo casi no se consigue. Ahora lo traen desde San Marcos o El Carmen de Bolívar”. Sus bollos dulces, que antes se preparaban del maíz cultivado en su patio, hoy dependen de híbridos que diluyen el sabor de la memoria.
En Mocarí, hoy comuna 9 de Montería, familias como los Peña e Ibáñez producen hasta 200 bollos diarios, aunque las semillas son ya mezcladas. Daniel Nieto y María del Socorro Ramos, organizadores del Festival del Bollo Dulce Mocaricero en 1994, insisten en que mantener la receta es preservar la identidad local: “Es la memoria de un pueblo”, dicen.
En El Carito, Lorica, el Festival Nacional de la Chicha de Maíz también resiste. Sus organizadores reconocen que preparar la cotorrona, la de afrecho y la de guarrú es cada vez más difícil. Luis Felipe Vargas, “Amador”, recuerda el chocolate de bola de su familia, hecho con cacao y maíz cariaco: “Ese maíz ya no se consigue. El que traen de Bogotá nunca sabe igual”.
Voces de la ciencia
El biólogo cordobés Álvaro Cogollo Pacheco, exdirector científico del Jardín Botánico de Medellín, advierte: “Lo que ocurre con nuestro patrimonio genético es de una gravedad inmensa. Se entrega el control de las semillas nativas a las multinacionales, con consecuencias culturales, sociales y económicas” (Cogollo, citado en GRAIN, 2021).
Las cifras confirman el diagnóstico. En 2023, Colombia registró 154.677 hectáreas de cultivos transgénicos, de las cuales 142.711 correspondieron a maíz genéticamente modificado. Esa superficie equivalía al 36 % del área nacional sembrada y produjo más de 1,6 millones de toneladas de grano (ICA & Ministerio de Agricultura – Agronet, 2023; Agro-Bio, 2023). Córdoba, uno de los departamentos pioneros, ya reportaba en 2021 unas 19.228 hectáreas, desplazando el criollo a pequeños lotes de resistencia (GRAIN, 2021).
El peso de la economía
La brecha también se refleja en los precios. El maíz amarillo cáscara tiene un promedio nacional de $1.907,60 por kilo, mientras en Montería el maíz blanco trillado alcanza los $2.335 (Agronegocios.co, 2025). En contraste, en San Andrés de Sotavento un lote de maíz criollo cariaco amarillo seco se oferta hasta en $10.200, lo que convierte a la semilla nativa en un lujo inaccesible para muchos hogares campesinos (ComerMucho.com, 2025).
La incertidumbre surge al momento de comprar productos a base de maíz. ¿Cómo identificarlos? La confusión se extiende a los mercados urbanos. En supermercados, algunas etiquetas anuncian “libre de transgénicos”, mientras otras se escudan en códigos poco comprensibles. Harinas, aceites y sémolas provienen, en su mayoría, de maíz modificado, mientras el grano a granel casi nunca ofrece información clara (FAO, 2022).
Pese al dominio de los híbridos, la resistencia cultural no desaparece. En el Bajo Sinú, campesinos como Fredy Bohórquez defienden el sabor del criollo: “Con el otro maíz el sabor no es el mismo”. En El Campano, Lorica, las hermanas Almirys y Cecilia Hernández alimentan sus gallinas con maíz nativo: “Es el secreto de que salgan gordas y grandes”.
El Resguardo Indígena de San Andrés de Sotavento fue más allá: en 2005 se declaró Territorio Libre de Transgénicos, defendiendo al maíz como alimento sagrado y pilar de la soberanía alimentaria Zenú (GRAIN, 2021).
La productividad del transgénico convence a muchos ingenieros agrónomos, pero los consumidores relatan otra experiencia. Doña María Irene asegura que su nieta sufrió diarrea al probarlo: “Sabe a químico”. El ingeniero químico Rodolfo Guzmán Arteaga explica que el maíz verde transgénico endurece más rápido porque fue diseñado para acortar la maduración: “Se gana en tiempo, pero se pierde en sabor y conservación”.
Epílogo: memoria en un bollo
En 2014, el entonces gerente del ICA, Luis Humberto Martínez, anunció la salida de Monsanto del negocio del algodón en Colombia. Desde entonces circula un rumor que recuerda un viejo dicho popular: “Del maíz nativo no quedará ni la semilla”.
Pero cada bollo criollo amasado, cada grano guardado en un frasco o en un pañol por campesinos o abuelas bolleras, es un acto de resistencia. En sus manos persiste el pulso de la tradición, la constancia y el sabor que inspiraron versos y madrugadas. Sin embargo, la amenaza no se detiene: la lógica del mercado global sigue arrasando con la diversidad genética y cultural. En ese último bollo palpita la memoria de un pueblo entero que se niega a olvidar, y también la denuncia de un territorio que exige respeto. Porque mientras haya una bollera dispuesta a encender el fogón, habrá también un pueblo dispuesto a defender el maíz criollo frente a quienes lo condenan a la extinción.
Fuentes citadas
Agro-Bio. (2023). Cultivos transgénicos en Colombia: Informe anual 2023. Asociación de Biotecnología Vegetal Agro-Bio. https://www.agrobio.org
Agronegocios.co. (2025, enero 15). Precios del maíz en Colombia: balance nacional y regional. Portafolio. https://www.agronegocios.co
ComerMucho.com. (2025, febrero 2). Oferta de maíz criollo en los Montes de María y Córdoba. https://www.comermucho.com
FAO. (2022). El estado mundial de la agricultura y la alimentación 2022. Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura. https://www.fao.org
GRAIN. (2021). El maíz en riesgo: transgénicos y soberanía alimentaria en América Latina. Grupo de Acción sobre Erosión, Tecnología y Concentración. https://grain.org
ICA & Ministerio de Agricultura – Agronet. (2023). Estadísticas de cultivos transgénicos en Colombia 2023. Instituto Colombiano Agropecuario; Ministerio de Agricultura y Desarrollo Rural. https://www.agronet.gov.co
COMPLEMENTARIA:
Popol Vuh. (2011). Las antiguas historias del Quiché (Ed. y trad. A. Recinos). Fondo de Cultura Económica. (Obra original del siglo XVI).
Observaciones
Para Popol Vuh, se incluyó la edición más citada en español (Recinos, FCE, 2011). Si se consultó otra, se debe ajustar.
Agronegocios.co y ComerMucho.com aparecen en la crónica como fuentes periodísticas/digitales, por lo que fueron referenciadas como páginas web.
El testimonio de Álvaro Cogollo se citó a través de la fuente secundaria (GRAIN, 2021), por eso no lleva entrada propia en las Referencias.