Dana Martínez cuenta sus sueños desde niña, los que quiere ver convertidos en realidad

“Entender el ¿por qué? de tu vida, puede ser complicado y más cuando tratas de explicarles los demás como funciona tu mente” (DTMM, 2020)

Todo está oscuro y siento que navego en un mar de imaginaciones como nombré mis sueños, en este mundo cualquier cosa puede ser real, no existe el tipo de personas que dirán “eso es imposible” porque en este mundo imaginario decido que historia contar; es el espacio que reconozco como mío donde nadie me señala o me pregunta el ¿Por qué?

Pero los sueños no son eternos no si estas vivo; y es en ese momento cuando las tintineantes notas de un violín un tanto violento hace que la niebla oculte el mar de imaginación, entonces tengo la certeza que debo regresar al mundo real; uno donde el melodioso canto de las aves da razones para vivir.

Sin abrir los ojos ruedo por mi cama hasta alcanzar el instrumento por el cual fluye la música que me despierta, mientras lo sostengo en mi mano me gusta pensar que ya es mañana y sigo con vida. Mientras pongo fin a ese escalofriante sonido froto mis ojos y me tiendo boca arriba en mi cama colocando mis manos sobre mi pecho donde siento un galopante “Boom, boom” que me recuerda que estoy viva.

Justo entonces me encomiendo a Dios, en sus manos pongo mi nuevo día y sin irrumpir el silencio de la habitación ruego por mis seres queridos y como si fuera un corrientazo recuerdo lo que ocurre afuera más allá de las paredes que sostienen mi casa, es una completa catástrofe.

Es entonces cuando siento el aire de la mañana que penetra las rendijas de mi habitación esa misma que comparto con mis dos hermanos. Frotando mis ojos me siento en mi cama, aparto mi cortina de cabellos conformados por una extraña textura entre riso y alborotado, entonces veo como mis hermanos duermen de forma tranquila, mis labios forman una leve sonrisa y no temo apartar mi vista por que están profundamente dormidos.

Cuando ya me siento un poco más despierta siento que el frio cala mis delgados huesos y corro en busca de mi suéter grueso donde encuentro refugio, para disminuir mis escalofríos me pongo una sudadera que tapa mis piernas y pies. Tomo mi aparato electrónico y sin atar mi larga cabellera atravieso la corta distancia hasta la puerta, antes de salir volteo y los observo como si fuera la última vez.

Una vez fuera de las inquietantes paredes de mi habitación voy avanzando en busca de mis herramientas de trabajos dejando atrás las sombras de un abrumador sueño que me llama para que vuelva a él, por momentos sucumbo a la tentación, pero luego recuerdo que el tiempo no se detiene; como un zombi ando por el pasillo que lleva hasta la cocina; entonces siento como el delicioso aroma a café penetra mis fosas nasales y me doy cuenta que mi padre ya está despierto .

Con voz ronca por la falta del habla le digo “Buenos días Baba” y él con un tono seco, pero cálido para mi contesta “Buenos días mija” y continua al lado de la estufa viendo como el fuego hace que el agua hierva, pongo todo en la mesa y me dirijo al baño, no sin antes volear a mirarlo y embozar una sonrisa sin explicación.

Mis sentidos se alertan en cuanto siento el frio tacto del agua fría contra mi rostro, por fin logro despertar por completo, después de un largo tiempo en el baño; salgo y veo a mi padre sentado en un taburete tomando un humeante café mientras sostiene una pieza de pan y con sus manos ocupadas me indica hacia la olla donde reposa el líquido café.

Camino hacia él, tomo mi taza favorita y me deleito con su suave caída, una vez con él en la mano y con un trozo de pan me siento frente a la mesa donde reposa mi computador listo para iniciar la clase. En cuanto a cabo, abro los cuadernos a mi lado para ponerme al tanto de lo que viene, con las cosas claras enciendo mi pc mientras miro mi celular comprobando el tiempo faltante para comenzar la clase.

En ese momento me doy cuenta y ya mi padre no está en el mismo taburete, entonces tengo la certeza que sus actividades ya han iniciado; sé que no lo volveré a ver si no hasta más tarde que regrese de su jornada de trabajo en las plataneras y mientras esto pasa mi mente trae a mí imágenes de todo tipo en las que solo aparece él.

Mientras fijo mis ojos en la pantalla, coloco ligeramente mis manos sobre el teclado y en un dos por tres comienzos a abrir carpetas y pestañas; es entonces cuando me doy cuenta que no encendí el internet; corro para conectar la red, espero un momento y la señal ya está presente.

Comienzo a escribir mientras escucho en un tono bajo mi motivante lista de canciones, mientras espero que el tiempo llega al momento justo donde la clase comienza; el tiempo ya se hace justo para iniciar mi jornada académica con toda mi actitud me dispongo a escuchar la clase.

Mientras los saludos iniciales comienzan hago silencio para escuchar y reconocer las voces de mis compañeros, es entonces cuando deseo tenerlos frente a frente para mirarlos por un momento; el tiempo sigue su curso y la clase va trascurriendo. Entontes escucho un ruido detrás de mí y cuando volteo veo a mi hermana caminar hacia donde estoy sentada me da los buenos días y un beso en mi cabeza, para luego dirigirse al baño, después de un momento regresa y vuelve al cuarto donde vuelve a dormir o a quedarse acostada.

Sacudo mi cabeza y me vuelvo a concentrar, apunto algunas cosas que creo importante; entonces escucho el teléfono encendido de mi madre que ya está despierta encomendándose a Dios para iniciar su día, mil imágenes pasan por mi mente y me digo “Concéntrate, vuelve a clase”.

El tiempo continuo entre apuntes, participación, conocimientos, estiramientos y pausas; suelo escuchar las palabras del profesor mientras lleno mi boca con alimentos para saciar mi veros apetito; y es entonces cuando mi madre con palabras dulces me desea buenos días y entre uno que otro beso, hace la misma rutina de mi hermana y nuevamente me encuentro sola en una oscura y amplia cocina.

En ese preciso momento me sumerjo en la pantalla de mi pc absuelta por las ansias de aprender. De pronto escucho unas risas contagiosas apresuradamente levanto mi rostro veo que las puertas están abiertas, hay varias sillas ocupadas por rostros que me son familiares divisos el rostro de baba, mamá, hermanos y sin duda el rostro de mi otra madre; niego mientras rio observando la hermosa escena, entonces silenciosamente digo “Joder, el tiempo sí que va rápido”

Los miro levemente mientras sigo escuchando las ultimas indicaciones de mi clase, cuando terminan comienzo a cerrar las innumerables carpetas que abrí durante ese largo tiempo; uno de ellos me ve y yo bajo mi mirada intentando disimular. Con la pantalla apagada finjo estar viendo algo mientras secretamente los sigo observando.

El porqué de esto es un tanto complicado, me gusta mirarlos sin que ellos me noten; en especial ver los detalles de sus gestos y los tonos de voz; me gustaría mirarlos por más tiempo, pero ellos se dan cuenta y entonces aparto la mirada.

Se que mi forma de ver el mundo es rara, incluso puedo serlo; no sé cómo mostrarle a los demás como funciona mi mente, a decir verdad, aún tengo muchos ¿Por qué?, creo que una vez resueltas las dudas lograre hacer que ellos entiendan en que consiste estar un día en mi vida.

Dana Thalía Martínez Moreno (2020) Estudiante de comunicación Social de la Universidad del Sinú-Elías Bechara Zainum.

Un comentario en «Una mañana en mis zapatos, para entender mi mundo»

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