Foto/ Carlos José López Torres   

Uno de los sitios de mayor influencia en la vocación literaria del nobel de literatura Gabriel García Márquez (1982) fue la casa de Aracataca, Magdalena, donde nació y vivió su infancia al lado de sus abuelos maternos. En este especial los estudiantes de Reporteros UNISINU escudriñaron cada cuarto y cada rincón, sumergiéndose en el realismo mágico del nobel de literatura.        

Por: Carlos José López Torres (*)

Al llegar a la casa museo de Gabriel García Márquez, en Aracataca, Magdalena, lo primero que se percibe es un fuerte y delicioso olor a café puro; un café identificado con la marca personal del municipio. Me la había imaginado con una fachada antigua, como él la relató en su obra, pero no fue así, pues ésta tenía una fachada sencilla, moderna y acogedora, con ventanas amplias que permitían la entrada de la luz del sol y vista a las calles del pueblo.

Todas las calles estaban llenas de motocarros, vehículos que “decoraban” el pueblo con su constante ir y venir. En fin, la vida en Aracataca parece fluir con ritmo propio y normal, como cualquier otro pueblo de Colombia, entre el aroma a café, el murmullo de la gente y el trajín de las calles.

Video Semillero Reporteros Unisinú

LEYENDO/ En la casa Museo  Gabriel García Márquez  los estudiantes de Semillero Reporteros Unisinú leyeron apartes de Vivir para contarla, la autobiografía del nobel, para enriquecer la serie de cuatro entregas que complementa y enriquece cada una de las crónicas publicadas:

Cien años de soledad en una guacharaca

En la entrada de la casa los artesanos locales exponen y nos cautivaban con sus productos, mostrando una habilidad y destreza impresionantes en cada una de sus creaciones. Entre los puestos de artesanía, una guacharaca de madera, tallada con la palabra “Macondo”, llamó mi atención. Me sentí inevitablemente atraído y decidí adquirirla. Sentí una conexión instantánea con ella. Cada vez que la agarraba, aún sin saber usarla, me invadía una sensación de felicidad y nostalgia, no sé por qué, pero era como si estuviera tocando un pedacito de la historia y la magia de las páginas de “Cien años de soledad”.

Nos tocó esperar alrededor de diez a veinte minutos para poder entrar a la casa, nadie sabía que la casa la abrían a las 9:00 de la mañana, pero esos minutos se sintieron eternos, tal vez  por las ganas de entrar de algunos o por la sensación térmica de Aracataca que estaba muy fuerte.

Cuando entramos a la casa sentí de primera impresión que era un lugar lleno de historias y recuerdos que nos transportan a la realidad mágica de Macondo, tal como se describe en “Cien años de soledad”.

Las habitaciones están decoradas con muebles antiguos y objetos muy viejos que evocan la época en la que el escritor vivió en ella, cómo él lo dice en su libro Vivir para contarla: “Los cuartos eran simples y no se distinguían entre sí, pero me vastó con una mirada para darme cuenta que en cada uno de sus incontables detalles había un instante crucial de mi vida “

Cada cuarto tiene un olor a viejo, anacrónicos, pero que nos hacen sentir parte de la historia                                           que allí se vivió. Salimos de los cuartos y encontramos el comedor ese lugar tan importante en el libro, es un espacio emblemático donde se celebraban las reuniones familiares y acontecimientos que marcaron la vida de los Buendía y los Iguarán, un lugar donde el tiempo parece detenerse y nos permite adentrarnos en el universo mágico y literario de Gabriel García Márquez.

El patio es el lugar más agradable de la casa, destacado por un magnífico árbol que parece tener más de 100 años de soledad, el mismo árbol donde amarraron a José Arcadio Buendía cuándo él mismo decía: “porque estoy loco”. Todos los estudiantes nos tomamos fotos alrededor de él, maravillados por sus lianas enormes que se extendían hasta el suelo, creando una atmósfera mágica y ancestral. El árbol es el testigo solitario y silencioso de las historias y los secretos que guardaba la casa, regalándonos un toque especial de encanto y misterio a este lugar lleno de magia y literatura.

Cada lugar de la casa estaba impregnado de historia, de literatura y de magia, como si las palabras del GABO se hubieran convertido en parte de la estructura misma. En cada habitación se escuchan sus ecos, con sus susurros y con sus secretos, invitándonos a entrar en el universo del autor y a descubrir los misterios que se escondían tras cada puerta y cada ventana.

(*) Estudiante de 3r semestre de Comunicación Social de la Universidad del Sinú-Elías Bechara Zainum (sede Montería, Córdoba), miembro del Semillero Reporteros UNISINÚ.

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