Mariana Bechara

Por: Mariana Bechara Rodríguez (*)

Comienza la década de los 90’ y nombres como Naomi Campbell, Cindy Crawford, Christy Turlington, Linda Evangelista, Claudia Schiffer y Kate Moss empiezan a sonar en el mundo. Conocidas como “The Big Six” (el gran 6), estas mujeres son las supermodelos originales, quienes empiezan la tendencia de que las modelos empiecen a ser vistas como celebridades.

Ese nuevo estatus se ha mantenido como una constante en la sociedad, y ha permitido que las modelos tengan una influencia en esta a nivel global. Al ser mujeres que vemos constantemente en redes sociales, pasarelas en Nueva york, París, Milán y Londres, campañas publicitarias que llegan a casi todas las personas. Han llegado a regir los estándares de belleza.

Entonces las modelos ya no son unos simples maniquíes, llegan a ser unos referentes de moda y estilo de vida que muchos desean imitar. Lastimosamente, lo que los consumidores vemos, es solo una imagen, que es repetida un sinfín de veces, y tiende a distorsionarse el mensaje.

Shanon y Weaver lo dijeron, y la sociedad lo demuestra, un mensaje reproducido en grandes cantidades alcanza las grandes masas, y poco a poco, se va plantando en nuestras mentes, termina diciéndonos cómo debemos vernos, cómo debemos sentirnos y qué debemos comprar.

Es ese manejo de las masas, de querer controlar lo que nos gusta para así vendernos un producto o un estilo de vida inalcanzable, de hacernos pensar que, si no cumplimos los exigentes estándares de belleza, no encajamos en la sociedad, eso es lo que ha llegado a causar problemas de autoestima e inseguridades en tantas personas al rededor del mundo

Como sociedad, le hemos fallado a las personas que sacrifican su salud mental para lucir como esas imágenes que ven todos los días. Es esa falta de pensamiento crítico o de reconocimiento de la verdad, lo que nos ha permitido caer en el juego de esas grandes industrias.

Vivimos en un mundo regido por esas industrias, como consumidores, nos debemos a nosotros estar atentos, investigar, no dejarnos manejar por las propagandas que vemos a diario, entender que, más que querer satisfacer al consumidor, quieren controlarlo, mostrarle lo que podría llegar a ser y cómo puede comprarlo.

(*) Miembro del Semillero Reporteros Unisinú del programa de Comunicación Social de la Universidad del Sinú Elías Bechara Zainúm

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