Por: Semillero Reporteros Unisinú (*)

La pandemia por covid-19 fue devastadora para todos los comerciantes, se evidencia que fueron meses de sufrimiento y dolor para todas estas personas. Tomamos el caso de la Margen Izquierda de la ciudad de Montería y más específicamente el comercio que brinda la universidad del Sinú Elías Bechara Zainum, el cual se vio sumergido en un mar de tropiezos y dificultades con el cierre de esta institución.

En el presente reportaje se abordan cuatro testimonios que corresponden a cuatro cabezas de hogar que manifiestan el drama que vivieron cuando la Universidad del Sinú cerró sus puertas por el inicio de la pandemia.

Puesto de empanadas a las 6:00 a.m.

“Aunque nos lo veíamos venir, ninguno de nosotros estaba preparado para ese golpe tan fuerte”, expresa Luis Alberto Carrascal mientras saca las empanada de una ponchera que luego organiza en la vitrina para exponerlas a la venta.

Luis, de 48 años, lleva seis años vendiendo empanadas frente a la universidad.

Aún lo estremecen los recuerdos de cuando lo sorprendió la noticia de la llevada del Covid, pues de su trabajo dependen la comida y educación de sus dos hijos, Daniel, de 8 años y Manuel, 10 años. “Sabíamos que si ya no había estudiantes que nos compraran, nuestras ventas obviamente iban a tener un bajón bastante grande y no tendríamos con qué hacer el mercado mensual ni pagar la mensualidad de los niños en el colegio” , afirma Luis.

“Pensamos en muchas formas de poder obtener dinero, claro. Pero todo lo que podíamos hacer era vender empanadas y el confinamiento nos obligaba a mantenernos en la casa, entonces ¿Cómo hacíamos?”, se pregunta Luis. La pandemia entonces no solo arrebató un negocio que ya estaba constituido y que tenía años de permanencia, sino que también limitaba las opciones para conseguir el sustento de su familia.

“Conscientes del riesgo, no solo para nosotros sino para nuestros hijos, que conllevaba salir a la calle, tuvimos de igual forma que salir a vender en los semáforos que era donde al menos transitaban más personas. Y así era que comprábamos la canasta de huevos y los sacos de arroz para aguantar todo el mes.”, continúa relatando. La desesperación por ver a sus hijos sin comer era mucho mayor que el miedo por el contagio. “Era la única manera para no dejar morir de hambre a mis hijos”, puntualiza.

Pero volvió la esperanza. “Cuando nos enteramos por las redes sociales que la universidad regresaba a la presencialidad, sentimos un alivio inexplicable, ya que incluso habíamos estado pensando en que me iba a tocar irme para Medellín en un trabajo de domiciliario que un primo me había propuesto”, relata ahora con aire de optimismo.

“Unas semanas antes nos pusimos a pulir el puesto para estar listos al regreso de los estudiantes, y al regreso de nuestra tranquilidad, también”, finalizaba Luis, con una sonrisa casi nostálgica al recordar el momento ese momento de felicidad.

Y así como el cierre de la universidad constituyó el estancamiento de la economía circular de esta zona, de esta misma forma, cuando abrió sus puertas nuevamente, significó la reactivación y la devuelta de la tranquilidad de las familias vendedoras que dependen directamente de la movilidad en frente de la Universidad del Sinú.

 

Brindar asilo a quien no lo necesita

Entre los servicios más solicitados que ofrece la presencia de la Universidad del Sinú en la margen izquierda, está el de las pensiones para los alumnos foráneos que viven en otros lugares del país.

También cerraron las pensiones

Naturalmente, cuando se declaró el cierre de la universidad del Sinú, muchos de los arrendatarios, cuyos únicos ingresos provenían de ofrecer las pensiones a los estudiantes foráneos, se vieron sumamente afectados.

Martha Coronado es una mujer que ha vivido desde hace 15 años en el barrio “Juan XXIII” y desde 2017 recibe pensionados en su hogar, que, al ser bastante espacioso, pudo adaptarlo y ubicar cuatro habitaciones para ofrecerlas a los estudiantes que estuvieran buscando alojamiento.

“Cuando declararon el confinamiento en marzo, yo no me preocupé tanto porque dijeron que solo iban a ser unas semanas y mis inquilinos de ese entonces se fueron para sus pueblos a pasar el confinamiento, pero dijeron que volarían”, relató Martha. Realmente no se esperaba que el impacto del Covid-19 tuviera el alcance que tuvo, es por eso que en un primer momento no se alarmaron por una posible pérdida de negocio. “El error de nosotros fue bajar la guardia”, recuerda.

Al no tener cómo sostenerse y al ser cabeza de hogar, madre de una niña de 14 años, se vio en la obligación de buscar otra alternativa que supliera la perdida de los ingresos que generaban las habitaciones. “Mi hermana tiene una parcela donde siembra todo lo que es yuca, plátano, tomate, y papa. Y en la pandemia eso se puso ‘carito’, yo me puse a trabajar con ella fuerte esas siembras para ganarme entonces una ‘platica.’”, explica Martha. “Era duro, sí, pero era lo que había”, continuó, mientras se frota las manos y recuerda el arduo trabajo que tuvo que pasar.

Cuando llega la tan anhelada noticia de que la Universidad del Sinú reabría sus puertas, Martha y su hija solo hallaron tranquilidad y regocijo. Ya que sabían que muchos estudiantes tendrían que venirse del lugar en el que vivieran para instalarse en Montería. “Apenas nos enteramos, colocamos carteles cerca de la entrada principal de la universidad y en las pareces de la casa, con nuestro contacto y un mensaje que decía “PENSIÓN DISPONIBLE” y recibimos llamadas por montones”, comenta Martha entre risas.

“No ha sido fácil, fue un tiempo de mucha desesperación pero con la ayuda de Dios y con la reapertura de la universidad hemos podido recomponernos poco a poco”, señala mientras enseñaba las fotos de cómo le tocaba trabajar en la finca de su hermana.

No solo vendedores o arrendatarios sufrieron el fuerte golpe que azotó al comercio en 2020 a causa del Covid-19, fueron muchas las familias que con las uñas sacaron adelante un largo periodo de desesperación y angustia. La Universidad del Sinú cumple un papel fundamental en la generación de empleos y comercio a su alrededor, es por esto que la reapertura de sus puertas a significado para muchos una bendición ante este tiempo de clavario y sufrimiento.

(*) Semillero Reporteros Unisinú: Andrea Carolina Díaz Martínez, Mariana Mercado, Laudis Sierra, María Juliana Manchego, Ladys Liliana Jiménez.

Director Editor: Ramiro Guzmán Arteaga

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