Por: Andrea Carolina Díaz Martínez

Pertenecer a una tribu urbana genera un sentido de pertenencia importante en la vida de las personas, que constituye al fortalecimiento de sus ideales.

Las tribus urbanas son fortalezas de pensamiento e inclusión, son una base fundamental para la apropiación y formación de la sociedad, generan maneras de pensar que motivan a un ser distinto dentro de una cultura diferente que sostiene autonomía y respeto.

Estos grupos son el ejemplo más puntual de que el ser humano puede ir más allá de la realidad costumbrista que se ha ofrecido desde siempre. Y sobre todo son la prueba de que el establecimiento de una idea formalizada y materializada en un espacio puede hacerle frente a una sociedad canónica que reprime lo diferente y lo extraordinario.

Según el sociólogo francés Michel Maffesoli “Una tribu urbana es un grupo de personas, especialmente de jóvenes, que se visten de forma similar o igual, poseen hábitos comunes y lugares de reunión y que se comportan de acuerdo con las ideologías de una subcultura, que se origina y se desarrolla en el ambiente de una ciudad o un casco urbano”.

Este mismo especialista, que acuñó el término “tribus urbanas”, considera que la diversificación de nuestra sociedad en comunidades pone en evidencia una “nueva forma de vivir juntos”.

En Montería, tierra ganadera, conocida por sus fiestas de pitos y tambores, su tradición folclórica llena de una historia musical impresionante y arropado por el río Sinú que la convierte en la Perla sinuana; hay un rincón donde los jóvenes se reúnen diariamente a cohabitar en un mismo sentir y actuar.

Entre rampas, patinetas y bicicletas pasan tardes y noches los jóvenes pertenecientes a grupos urbanos en Montería que buscan el establecimiento, la consolidación de ellos como grupo y el desarrollo de su integridad como personas.

La proyección de estos grupos dentro del casco urbano de Montería se ve frustrada principalmente por la frustración indiscriminada de su cultura por parte de la mayoría de las personas que no hacen parte de estos grupos.

Siendo víctimas históricas de discriminación y estigmatización en todos los ámbitos de su desarrollo como grupo.

Este postulado lo fundamenta la teoría del cultivo propuesta por George Gerbner y Larry Gross.

Ambos autores afirman que “Entre más expuestas estén las personas están expuestas a la televisión tiene una tendencia mayor a asociar la realidad con la que es expuesta en televisión.

Es por esto que se asocia el comportamiento de discriminación y rechazo por parte de la comunidad en general hacia estos grupos, ya que la televisión en general los medios de comunicación se han encargado de crear una imagen negativa y estigmatizada de estos grupos, por lo que se les asocia generalmente con una connotación negativa.

Si la televisión que consumen las personas en Montería estuviera dirigida a la aceptación de la diversificación de estos grupos su proyección se vería mucho menos frenada.

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