UNISINÚ, el reto más allá del aula

En esta entrega, estudiantes y docentes de la Universidad del Sinú – Elías Bechara reflexionan sobre cómo la violencia en territorios rurales afecta las salidas de campo, pieza clave en la formación Y competencias profesional de los comunicadores sociales.

FOTO/ Semillero Reporteros UNISINU

MONTERÍA
Por: Reporteros UNISINÚ (*)

Hay clases que no se dictan entre paredes ni con tablero. Hay saberes que solo se entienden cuando se anda por el polvo de los caminos, se escucha la voz de las comunidades y se respira el ambiente tenso de los territorios marcados por la violencia. En este contexto, para los estudiantes de Comunicación Social de UNISINÚ, las salidas de campo no son solo una práctica académica: son encuentros reales con un país que duele, pero enseña.

 

Estudiantes y docentes de la universidad comprenden que el desarrollo de trabajos de campo y prácticas sociales es fundamental para adquirir competencias significativas, sensibilidad social, pensamiento crítico y compromiso ético. Sin embargo, cuando el aula se traslada a territorios remotos o afectados por el conflicto, el aprendizaje llega acompañado de incertidumbre y riesgo.

Así ocurrió recientemente con un grupo de estudiantes de Comunicación Social de IV semestre, que se preparaban para realizar una práctica en la comunidad indígena Embera Katío, ubicada en el municipio de Tierralta, al sur de Córdoba, un territorio de riqueza cultural invaluable, donde se entretejen tradiciones ancestrales con los desafíos contemporáneos de una región históricamente golpeada por la violencia.

Las expectativas eran altas: documentar historias, generar contenido desde la voz de los propios habitantes y aportar desde la comunicación al fortalecimiento de procesos educativos y sociales. Pero la realidad nacional obligó a cambiar los planes. Por esos días, el país vivía una nueva ola de violencia: enfrentamientos entre grupos armados ilegales en el departamento del Cauca, al otro extremo del país, encendieron las alarmas a nivel nacional.

La tensión se extendió a otras regiones con presencia de actores al margen de la ley, como el sur de Córdoba. La universidad, en un ejercicio de responsabilidad, decidió cancelar la salida programada. La seguridad de los estudiantes no podía ponerse en juego.

Este no fue un caso aislado: en septiembre de 2024, se canceló otra salida de campo a Isla Fuerte (Bolívar) tras una masacre ocurrida en una gallera durante un enfrentamiento armado. Estos episodios se repiten en Córdoba y reflejan las múltiples barreras que enfrentan las prácticas académicas en contextos donde el conflicto armado, aunque oficialmente haya cesado, sigue latente.

Zonas como el Alto Sinú, en municipios como Tierralta y Valencia, han sido epicentro de disputas territoriales, cultivos ilícitos, presencia de disidencias, bandas criminales y economías ilegales.

En el texto Efectos de la guerra en jóvenes universitarios / Narrativas testimoniales (González, Merchán y Ortega-Valencia, 2022), se recoge el impacto profundo de la guerra en la vida de muchos estudiantes, tanto de universidades públicas como privadas. A través de testimonios anónimos, se evidencian secuelas como el desplazamiento forzado o la interrupción de trayectorias académicas.

La violencia ha dejado marcas imborrables en los cuerpos y proyectos de vida de jóvenes estudiantes. Sin embargo, el estudio destaca cómo, pese al dolor, muchos no abandonan sus propósitos: se convierten en agentes de transformación. “Las salidas de campo permiten un aprendizaje significativo”, afirman expertos en pedagogía crítica. Estas actividades no solo consolidan el conocimiento, sino que confrontan a los estudiantes con realidades que no se encuentran en los libros.

La ruralidad, la desigualdad, el abandono institucional, la fuerza de la cultura y la resiliencia comunitaria son aprendizajes que solo se viven en el terreno. Para que esto sea posible, se requiere una logística rigurosa, donde la planificación y la prevención sean clave.

En el caso de los estudiantes de Trabajo Social de la Universidad del Sinú, cada salida implica una coordinación detallada. Dorys Gánem Durango, jefa del programa de Trabajo Social, señala que “nada se deja al azar”. Antes de cada viaje, se consulta con autoridades locales, se verifica el estado del orden público y se toma una decisión basada en análisis de riesgo.

Explicó que si las condiciones no son favorables, la salida se pospone o se cancela, priorizando siempre la integridad de los estudiantes. Además, deben firmar un documento de descargo de responsabilidad y contar con un seguro estudiantil vigente. Estas medidas, aunque no eliminan todos los peligros, ayudan a mitigar los riesgos y muestran el temor latente frente a los actores armados.

A pesar de las dificultades, el espíritu de los estudiantes no se quiebra. “Ir al territorio no es solo una práctica, es una misión”, comenta una estudiante frustrada por la cancelación de la salida a Isla Fuerte. Para muchos, servir a las comunidades, escuchar sus historias y devolverles visibilidad no es solo parte de la formación profesional: es un acto de resistencia y humanidad.

Es en esos caminos de tierra, en las miradas de los niños indígenas, en las historias de mujeres que han sobrevivido al conflicto, donde los jóvenes encuentran el verdadero sentido de su vocación como periodistas y comunicadores sociales.

(*) Reporteros Unisinú: participaron en este proyecto los estudiantes de IV semestre de Comunicación Social de la Universidad del Sinú – Elías Bechara Zainum: Ramón Mendoza Romero, Gamaliel Pérez Arrieta, Diavanis Pereira Guerra y Jonnier Medrano Montoya.
Líder del Semillero: profesor Ramiro Guzmán Arteaga, Mg. en Educación.
Nota: este trabajo fue realizado con el apoyo técnico de Inteligencia Artificial.

 

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