Tras las huellas de crónica de una muerte anunciada.

 

La ciudad de las aguas, el macondo plasmado en unas páginas recibe a un gruo de estudiantes para la gran travesía de leer a Gabo en cada rincón de su ciudad.

Por: Vaneza Pérez Osorio(*)

Septiembre 15.

Eran las 3.30 de la mañana y el día del viaje a Sucre llovía fuerte en Montería.

Sucre Sucre está a seis horas de Montería, y hay que hacer una serie de trasbordo en Magangué para poder llegar al destino. El recorrido a Magangué fue oscuro, llovía muy fuerte, el cielo parecía enojado con rayos y truenos turbulentos.

En Magangué el olor a pescado se confunde con el calor que se desprende del Magdalena, para subir a la chalupa, una especie de lancha de 15 puestos, con un aspecto algo vintage por no decir que vieja, fea y un poco trajinada por los usuarios que se transportan diariamente en ella, hay una espera de 15 minutos mientras el conductor prepara todo para abordar.

Mañeco, quien tenía un salpicón en su nombre, era quien nos guiaría en nuestro viaje por las aguas caudalosas del Magdalena, …“este mismo recorrido que están haciendo lo hacía Gabo y Mercedes cada vez que visitaban Sucre…” señaló Mañeco, sentí una especie de alegría al escucharlo decir eso, al mismo tiempo pensé lo increíble que una persona que probablemente nunca se haya leído un libro de Gabo, conozca su historia y mucho mejor aún se beneficie, no solo él sino muchas personas económicamente de sus libros, bien por Gabo que aún estando ausente sigue beneficiando su pueblo.

Mañeco indicaba cada rio que pasábamos y era inevitable el asombro al ver el cambio de dos ríos que están unidos como uno solo, pero que su agua es de un temperamento distinto. Rio Magdalena es enorme no se distinguen las orillas, era inevitable pensar que si se volteaba esa chalupa no se sabía para donde coger, sus aguas imponentes, con una corriente caudalosa que demuestra coraje, y al pasar una especie de “Y” donde se divide con el San Jorge se puede notar de inmediato el cambio a unas aguas serenas, calmadas, con orillas para donde correr; alegre y tranquilo así es el Rio San Jorge.

En el recorrido por las aguas se observan muchos caseríos en la orilla, niños pequeños jugando en el río, nadando como si el agua fuese parte de ellos, bien lo decía Gabo en Vivir para contarla “…La única condición de seguridad para los niños fue que aprendieran a nadar antes de caminar…” su naturaleza es esa, vivir del agua y desde pequeños su vida gira en torno a ella.

En el recorrido vi un salón de clases, casi tan viejo y olvidado que parecía en abandono, era inevitable pensar como el acceso a la educación se limita en ciertos lugares, y como la esperanza de una mejor vida se ve obstaculizada por la lejanía de las oportunidades citadinas.

Cuando se llega Sucre Sucre lo primero que se ve es el puerto donde se encuentran todas las chalupas de distintos tamaños al servicio de la comunidad dispuestas a salir en diferentes horarios, el olor a pescado se impregna en el cuerpo y el bullicio de los vendedores ambulantes te avisan que has llegado a la ciudad de las aguas, luego al centrar la mirada se encuentra una imponente iglesia de mármol de color gris que hace juego con el azul del cielo que está situada en el centro del parque municipal.

Sus calles pintorescas, y sus casas de aspecto colonial algo olvidadas esconden un tesoro literario que solo lo conoce quien se ha deleitado leyendo un libro de García Márquez, es increíble como cada página cobra vida y sentido al recorrer cada casa, cada calle, cada sitio plasmado en unas simples páginas, pero que sigue vivo en el corazón de este lugar.

El primer recorrido con el profesor Isidro fue en el puerto, cerca de donde estaba la casa de la familia del negro pale, el famoso Bayardo San Román, y aquí es donde a mi percepción cambia la historia escrita en el libro de García Márquez.

 

El realismo mágico de Crónica de una muerte anunciada.

Contaré los cambios que hay en la historia que me envolvió e hizo que viajara más de 5 horas para descubrir cómo el realismo mágico hace que una historia trágica de muerte y de dolor cobre sentido, se haga interesante, y lo más cautivador aún hace que te encariñes con cada uno de los personajes, incluso llegar a comprender a los asesinos de Santiago Nasar.

Lo primero que debe saber es que Santiago Nasar no tiene ese nombre en la vida real, ni ninguno de los personajes de la historia, son nombres falsos utilizados para proteger a cada una de estas personas y sus familias ya que es una historia basada en hechos reales.

Bayardo San Román, en realidad se llama el Negro pale, no es un forastero que llegó al pueblo, es un hijo de familia sucreña que venía de vacaciones a visitar el pueblo, era amigo de Santiago Nasar, y de Gabo, compinche de tragos, mujeres, y desorden.

La novia de Santiago Nasar Flora Miguel siempre supo que el la engañaba, vivía en toda la esquina de la entrada al pueblo, y siempre veía desde el balcón pasar a ese grupo de amigos borrachos caminando por el puerto.

“El padre de Flora Miguel sabía todo lo que Santiago le hacía a su hija, por eso un día le dijo en la puerta de su casa que dejara a flora miguel en paz porque él ya sabía lo que había hecho con Angela vicario…” contaba en profesor Isidro mientras recorríamos el puerto hasta llegar a la puerta de la casa de Flora Miguel.

Santiago Nasar, quien su nombre real es Cayetano Gentil, vivía en una casa de dos pisos, con un balcón gigante y puertas enormes, al frente de la iglesia y el parque municipal, era una de las casas más bonitas y grandes del pueblo, y su patio llegaba hasta el otro lado del riachuelo. Esta casa ahora es un depósito de víveres y abarrotes que suministra al pueblo. Al estar justo al frente de la puerta de la casa que lo vio salir, pero jamás entrar con vida me estremecí al pensar que su muerte solo fue una más de las tantas personas que salen de casa y jamás vuelven.

Al pasar por el callejón de la anunciada, recordé cada palabra escrita en el libro y reviví los momentos del desgarrador recorrido que hizo Santiago Nasar al recibir los cuchillazos pidiendo auxilio para llegar a su casa, el momento en que su desespero lo hace entrar por la puerta que no es, y como su vida lentamente se alejaba de su mundo.

En medio del recorrido llegamos al burdel de María Alejandrina Cervantes, la mujer que sedujo con su belleza y su encanto a Gabo, Santiago, y todo el que la conociera.

Esta mujer quien su nombre real es Orfelina Segunda Gutiérrez, me impresionó con su creatividad en ese entonces para crear su burdel de manera diferente, y digo esto porque al trasladarse a unos años atrás muchas cosas aún eran tabú, era difícil ser explícito en temas de sexualidad.

María alejandrina tenía en la fachada de su casa unos triángulos tallados entre la madera, de diferentes tamaños, cada uno indicaba el tamaño de las partes íntimas de cada mujer que trabajaba en el burdel, el hombre que sintiera deseo de sus servicios sólo tenía que escoger el triángulo que fuera de su atención y proceder al placer.

Esta mujer deseada por muchos y obtenida por nadie, terminó su vida viviendo los días más tristes en la soledad y el olvido tal como lo pronunciaba en el libro “nada más triste que dormir en una cama vacía” y justo así terminaron sus días.

Ahora, su tumba es solo un pedazo de tierra bruto invadido por la maleza de la mojana sucreña sin una miserable lápida digna que honrará su nombre, un final desgarrador para alguien que le temió a la soledad pero que nunca se atrevió amar.

La dueña de su casa es su ahijada, que con sus rizos de oro plateados y sus arrugas en la cara que marcan cada experiencia vivida, ahora tiene 89 años, pero con un carisma que la hace ver una adolescente, le cuenta a cada persona que se acerca a lo que antes era el burdel para contar la historia de su madrina María alejandrina, desde lo que ella vivió, y como ahora es un recuerdo en el olvido.

…“venga y sóbele el dedo a la chucha para que le dé buena suerte, todos los hombres lo hacían, es o no es así profesor Isidro”… decía la ahijada con su voz atrofiada por la vejez mientras hacía reír a todo el grupo con su vocabulario grotesco con el que se refería a cada detalle del burdel.

 

Septiembre 16.

El agua de la ciénaga de la Mojana nos recibió con un sol resplandeciente, alrededor de 10 canoas dejando que el agua se apodere del tiempo, escuchando a nuestro guía el profesor Isidro, recitar

algunas prosas de García Márquez, mientras observábamos la naturaleza que adornaba las tranquilas aguas de la ciénaga con sus tonalidades verdes.

El bullicio del pueblo se alejó por completo, y el sonido de las aves, y del agua en movimiento tomo fuerza, poco a poco nos deslumbrábamos mas de lo maravilloso que es este pueblo en medio de las aguas.

La marquesita era una especie de gran mamá de quienes le servían en la región, tenia una casa grande y virtuosa en el centro de la que ahora es conocida como la ciénega de la selva” narraba Isidro leyendo a Gabo.

Al visitar el cementerio fue inevitable comparar la vida y la muerte, y como el olvido se apodera de los lugares, como los estratos económicos y los estándares sociales existen incluso hasta dentro de un cementerio donde la vida ya no es digna de ninguno, pero al parecer con un simple lapida se pueden notar quien fue alguien y quien un don nadie.

El profesor Isidro enfatizo en algo muy importante que caracteriza a Sucre, cuando alguien muere la caminata hacia el cementerio es de una forma muy particular, una especie de calle de honor donde las  mujeres caminan del lado izquierdo y los hombres en la derecha, todo esto en respeto a la persona que van a enterrar y como una muestra de agradecimiento (todo esto si fuiste en vida una persona respetable).

Sucre Sucre un pueblo en medio de las aguas, con gente amable, trabajadora, que lucha por sobrevivir para el día a día, con gente como el profesor Isidro que lucha incansablemente por hacer valer cada rincón mágico escrito por Gabo, por cuidar la infraestructura del pueblo, por velar por la integridad de cada habitante, personas como Doña linda la mesera del hotel Macondo, que llegó desde Venezuela a trabajar y que ahora ama y cuida el pueblo como si fuera suyo, como la hija del profe Isidro que mostró lugares de diversión e incentivó a un grupo de estudiantes a querer volver, eso hace que Sucre sea mágico.

Y aunque la modernidad, el tiempo y el olvido cada día acabe un poco más la infraestructura de lo que es Macondo se resalta la labor de Isidro Álvarez por su esfuerzo de intentar preservar cada lugar que vive en la memoria de quien lee unas cuantas páginas de García Márquez, porque cada casa que desaparece es una página que se cae.

A los que mantienen viva la literatura de quien los plasmo en páginas indelebles para siempre, esta es la gente que merece ser escuchada, que su voz merece ser alzada.

Agradecimientos:

Profesor Isidro Álvarez. Ramiro Guzmán Arteaga. Hija del profesor Isidro.

Mesera Doña Linda de hotel Macondo. Compañeros de semillero Reporteros Unisinú. Mañeco.

Duván González. Nelcy Pérez.

Gabriel García Márquez.

(*) Estudiante de cuatro semestre de comunicación, Líder Semillero Reporteros Unisinú.

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