La presencia de maíz transgénico está generando cambios en las expresiones auténticas de la gastronomía criolla. Hablan científicos y académicos.
POR: RAMIRO GUZMÁN ARTEAGA (*)
La presencia del maíz transgénico también ha producido un impacto en la cultura de muchos pueblos y comunidades de los países en los que hoy se cultiva.
En Colombia no se conoce un inventario o estudio sobre el impacto que ha producido el maíz manipulado genéticamente en la gastronomía, como parte de la cultura. Sin embargo, en el departamento de Córdoba los efectos son ya se hacen notorios.
En el corregimiento de El Carito, jurisdicción del municipio de Lorica, en el bajo Sinú, donde en diciembre se celebra el Festival Nacional de la Chicha de Maíz, existe preocupación “porque el maíz criollo casi no se consigue para preparar las variedades de ‘Cotorrona’, ‘Afrecho’ y ‘Guarrú’.
Al interior de los núcleos familiares el impacto no es menos preocupante. La base para la preparación del ‘chocolate de bola’, criollo, que consumían muchas familias cordobesas era el cacao y el ‘maíz cariaco’. Pero: “Ese maíz ya no se consigue”, dice Luis Felipe Vargas Hernández (Amador) residente en la vereda El Campano (Lorica, en Córdoba). El poco chocolate que se consigue lo preparan con un maíz que traen de Bogotá, “pero nunca es igual”, dice.
Una voz autorizada
El ex director científico e Investigador Senior del Jardín Botánico de Medellín, el cordobés Álvaro Cogollo Pacheco, después de varios intentos solo pudo conseguir esta variedad de maíz en el Resguardo Indígena de San Andrés de Sotavento.
“Esto que está sucediendo con nuestro patrimonio genético es de una gravedad inmensa pues entrega el control y manipulación de semillas nativas a las grandes multinacionales, con consecuencias culturales, sociales y económicas”, me explicó Álvaro Cogollo desde Medellín.
El maíz transgénico cada día en Colombia gana más espacio; de acuerdo con la Asociación de Biotecnología Vegetal Agrícola (Agro-Bio) en el año 2013 en Colombia se cultivaron 75.094 hectáreas de maíz transgénico, cuyo monopolio de la semilla en el mercado mundial se la disputan empresas semilleras como Monsanto, Dupond, Syngenta, empresas que han presionado para que, en los Tratados de Libre Comercio, los gobiernos impongan protocolos que sancionen a quienes cultiven maíz nativo, no certificado.
Cómo identificar un transgénico
En un supermercado es fácil identificar no solo el maíz sino todos los alimentos industrializados que contengan transgénicos pues basta leer las etiquetas que tienen los empaques y allí aparecen los códigos o unos números adheridos directamente con pegatinas aparentemente sin información alguna (no nos dicen el significado). Desde luego que hay compañías que claramente advierten que sus alimentos NO usan transgénicos y así lo aclaran en los empaques.
En el caso del maíz los productos a los que se deben identificar si usan o no transgénicos son los preparados en forma o a base de harina, almidón, aceite, sémola, glucosa, insumos que son hechos con variedades de maíz amarillo. El maíz que se vende expuesto en los sacos por lo general no muestra etiquetas y allí no se sabe con certeza porque habría que leer la literatura del saco.
Sin embargo, comunidades y familias tradicional y culturalmente ligadas al cultivo de maíz nativo luchan por seguir conservando el maíz criollo como el más valioso de sus tesoros heredado de sus ancestros Zenúes, para uso doméstico y cotidiano.
Un caso de resistencia al cultivo de maíz transgénico en el Caribe y el mundo es el del pueblo indígena Zenú, en el departamento de Córdoba, que en el año 2005 declaró al Resguardo Indígena de San Andrés de Sotavento, que comprende seis municipios de los departamentos de Córdoba y Sucre, como el primer Territorio Libre de Transgénicos en Colombia, pues consideran al maíz nativo como un alimento sagrado, propio de su soberanía alimentaria.
Testimonios en el Sinú
En el Bajo Sinú abundan los testimonios sobre los gusto de la gastronomía criolla a base de maíz. Campesinos y campesinas que espontáneamente se resisten a aceptar la nueva gastronomía impuesta por la manipulación genérica.
Las señoras Almirys Arteaga Hernández y Cecilia Hernández dicen que el secreto para seguir levantando gallinas criollas, gordas y grandes, en la vereda El Campano (Lorica), es que las siguen criando con maíz nativo, “que todavía se consigue un poquito por ahí”.
Fredy Bohorquez dice que sigue cultivando su “callito de maíz” criollo para degustar sus dos totumas de mazamorra tradicional. “Porque con el otro maíz el sabor no es el mismo”, advierte.
Sin embargo, el Ingeniero Agrónomo Ricardo César Guzmán Rodríguez, aclara que “no se encuentran diferencias significativas en el sabor de una semilla nativa y una transgénica por cuanto la manipulación va dirigida es hacia: el control de maleza, resistencia a plagas (Spodoptera) y mayor rendimiento, que también se ven reflejado en costos de producción más bajos”.
En este sentido hay varias diferencias entre el maíz transgénico y el nativo: el genérico es resistente a la plaga crece más rápido, su valor nutricional puede ser enriquecido desde la manipulación, mientras el nativo, es susceptible al ataque de plagas. Pero esto también tiene sus consecuencias: el maíz manipulado genéticamente puede causar reacciones alérgicas inmediatas en algunas personas, de hechos en Martínez (Córdoba), la nieta de doña María Irene Naranjo, sostiene que “me ha producido diarrea y su sabor sí es distinto, como a químico”. Está demostrado que el maíz genético acaba con la biodiversidad pues al soportar plagas acaba con las plantas nativas porque es más resistente, en tanto que el maíz nativo crece sin acabar con otras variedades de maíz ni de plantas.
Estudios para el mejoramiento
De todas maneras los especialistas sostienen que estos aspectos todos deben ser materia de un mayor estudio y que se está en ese proceso.
Sin embargo, el ministerio de Agricultura, a través de Corpoica, continúa apoyando proyectos para lo que denominan “el mejoramiento de la capacidad productiva de los suelos del valle del Sinú, para mejorar la competitividad del cultivo del maíz”, en este que es uno de los suelos más fértiles del mundo desde su estado natural ese mejoramiento implica manipulación del suelo y las especies con consecuencias aún impredecibles.
El otro problema es que el maíz verde, manipulado genéticamente, no se puede guardar por mucho tiempo porque se endurece. “Eso se debe a que después de recogerlo de la mata el proceso de maduración continúa pero en forma acelerada debido a la manipulación que le imprime el productor de la semilla para tener cosechas en más corto tiempo”, explica el Ingeniero Químico Rodolfo Guzmán Arteaga quien por temporada llega a la finca Villa Manuela, ubicada en el corregimiento Mata de Caña (Lorica).
A finales de agosto de 2014 el gerente del ICA, Luis Humberto Martínez, anunció que Monsanto se iría de Colombia, pero solo en el negocio del algodón. Por eso ya se escuchan voces que evocan el adagio popular: “Del maíz nativo, no quedará ni la semilla”. Dicen.
Trabajos como este nos demanda rechazar la firma de Tratados de Libre Comercio con las potencias extranjeras que en nada contribuyen a salvaguardar nuestros saberes ancestrales. Que viva el maíz criollo que siembran nuestros campesinos cordobeses.
Atte. Luisa Pinzon Varilla